Imagen de mi baúl-e
08 diciembre 2025
- Sentado en el salón, después de comer, hago ver que me duermo. Y entonces ocurre la magia: unas pequeñas manos me colocan una mantita encima, unos labios diminutos me regalan un beso en la mejilla, y escucho cómo las voces bajan el tono, un “pssssss” y un “no despertéis al abuelo”. La casa huele a comida de domingo, a Navidad, a hogar feliz.
- Cuando finjo despertar, todos quieren jugar conmigo a lo que sea. La mayor decide con entusiasmo: “¡Vamos a jugar al Monopoly!”. Y veo cómo a la abuela la rodean, queriendo enseñarle sus creaciones en TikTok o en Instagram. Se ríen, son felices… y nosotros, a esta edad, sentimos que la vida nos regala lo mejor de sí misma. Es el descanso del guerrero, el premio al trabajo bien hecho, aunque no sepamos explicar muy bien cuál ha sido nuestro mérito.
- Hay una felicidad para cada tiempo, y un tiempo para aprender a entenderla. No renunciar nunca a ella nos convierte en sabios a nuestra manera: aprendemos a ser pacientes, a no tener prisa. Porque para ser feliz no hace falta correr, basta con saber acompañar a quienes nos rodean y nos quieren, como si cada día fuese el último.
- Y así descubro que la verdadera eternidad no está en los años, sino en estos instantes que se graban en el alma. La felicidad no se busca, se reconoce en los ojos de quienes nos rodean. Y en este escenario, donde la vida baja el telón despacio, siento que el papel de abuelo es el mayor premio que me ha tocado interpretar.
Un momento tuyo viene con sabor a eternidad, Enrique
ResponderEliminar