Fotografía de Robert Doisneau
10 diciembre 2025
- Hubo un tiempo en que la edad parecía un peso, un calendario que marcaba con insistencia los días. Pero hoy sabemos que cada arruga guarda un río, cada mirada encierra un niño que aún sueña, y cada paso nos acerca no al final, sino a la plenitud de haber vivido.
- La vida no se mide en años, sino en la intensidad con que abrazamos los instantes, en la ternura que dejamos en los demás, en la esperanza que seguimos sembrando.
- Por eso, cuando Neruda nos recuerda que “todos los viejos llevan en los ojos un niño”, no habla de nostalgia, sino de la fuerza luminosa que nunca se extingue.
- Que este poema sea entonces un espejo que nos invita a mirar dentro, a reconocer que la edad no apaga, sino que enciende con más hondura la llama de lo que somos:
Yo no creo en la edad.
Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.
Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?
Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.
Tiempo, metal
o pájaro, flor
de largo pecíolo,
extiéndete
a lo largo
de los hombres,
florécelos
y lávalos
con
agua
abierta
o con sol escondido.
Te proclamo
camino
y no mortaja,
escala
pura
con peldaños
de aire,
traje sinceramente
renovado
por longitudinales
primaveras.
Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi
caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!
Pablo Neruda
Cierto, querido Enrique.
ResponderEliminarLa vida no se mide en esos valores que tanto Neruda como tú señaláis.
O el común de los mortales cree.
Y un exponente claro y cercano nos lo demuestra cada día.
No es que no sepamos quién o qué eres, amigo, es que sorprendes con cada creación publicada.
Y esto en los instantes en que te leemos... ¿Y en el resto del día a día, Enrique?
No cabría negar que eres el mejor ejemplo de lo que predicas. Y esto, lo que compartes, es tu propia esencia. Habrá sido siempre, no lo niego, pero hoy más que visible.
¡Muchas gracias por ello!
Fuerte abrazo, amigo Enrique.