02 diciembre 2025
La llamada brecha digital se ha convertido en un muro invisible que separa a muchos de los que ya tenemos cierta edad de la vida cotidiana.
Bancos: ventanillas casi desaparecidas, citas previas imposibles de pedir si no se domina el cajero o la web.
Sanidad pública: teléfonos saturados, citas que solo se gestionan por apps o portales web, obligando a desplazarse físicamente al centro de salud.
Administración pública: trámites como renovar el DNI, pagar impuestos municipales, consultar la pensión o presentar una solicitud requieren certificados digitales o claves electrónicas.
Transporte y movilidad: billetes de tren, autobús o avión que ya casi solo se compran online o en máquinas automáticas.
Cultura y ocio: entradas de teatro, cine o museos que exigen compra anticipada por internet.
Comercio: cada vez más tiendas y servicios funcionan con pedidos online, desde la compra del supermercado hasta la devolución de un producto.
- Pero hoy estoy aquí, escribiendo, para dar un mensaje de ánimo a todos aquellos que se sientan discriminados: no se trata de lamentarse, sino de acompañar y animar.
Enseñar a usar el smartphone como llave de acceso al mundo digital.
Recomendar los cursos gratuitos que ofrecen ayuntamientos y asociaciones de mayores.
Crear accesos directos en sus teléfonos para simplificar tareas: salud, banco, redes sociales.
Recordarles que ellos nos enseñaron a caminar, leer y vivir con dignidad; ahora nos toca devolverles esa paciencia y apoyo.
- Y ahora quiero dejar aquí una conclusión positiva. La tecnología no debe ser un muro, sino un puente. Y aunque algunos tropiezos sean inevitables, la confianza se construye con acompañamiento y cariño.
Como dijo Albert Einstein:
“La mente que se abre a una nueva idea jamás volverá a su tamaño original.”
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