- Hay momentos en nuestro caminar diario en el que hacemos cosas, muchas cosas, que algún día aprendimos a hacerlas y nos parecieron muy importantes.
- No sé si todos sabemos entender que ese olvido supone un terrible mensaje para nuestro subconsciente.
- Y sin embargo, la vida sigue su curso, como esos niños que corren tras una rueda sin saber que detrás de ellos pasa el silencio de una despedida. Quizás ahí esté la clave: en recordar que cada gesto cotidiano puede ser una forma de honrar lo que fuimos, lo que somos, y lo que aún podemos ser.
“No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar.” George Bernard Shaw
Somos lo que vamos aprendiendo a lo largo de los años, lo que vamos errando, lo que vamos creciendo, somos lo que paso a paso vamos aprendiendo, hoy somos lo que aprendimos de niños, lo que vamos aprendiendo de adultos, creo que nunca dejamos de aprender, querido amigo, ni aunque creamos que todo lo hemos aprendido, no es así, siempre nos queda mucho por aprender. Y creo que nunca dejaremos a ese niño que fuimos, siempre quedará algo en nosotros.
ResponderEliminarMe encantan tus entradas, un placer seguir disfrutando de tus textos.
Un abrazo enorme.
Gracias, María, y a mí de los tuyos.
EliminarFeliz viernes.
El juego es una especie de aprendizaje, por eso es la edad de preescolar todo se aprende jugando.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Sí, es cuando el alma y el seso van a la par. Antonia.
EliminarUn abrazo de sábado
La vida es un aprendizaje continuo .
ResponderEliminarY la vida te va marcando el camino .
Esa foto que has puesto es genial.
Un placer pasar por aqui y tener tu amistad .
Un gran saludo.
Gracias a ti, Joaquín.
EliminarUn abrazo.
Que contraste se puede ver en la foto de unos niños jugando y al fondo un coche fúnebre.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, Tomás, eres un buen observador.
EliminarUn abrazo.
Uno nunca debe dejar de mar las cosas que amaba de joven. te mando un beso.
ResponderEliminarAsí debería ser, querida Judit, pero, al parecer, no le resulta fácil a todo el mundo.
EliminarUn fuerte abrazo, escritora.
Lo que fuí, lo que soy.
ResponderEliminarMás allá del nº de zapato que calzo hoy, no creo que haya mucha diferencia con el niño que fui... Bueno, tampoco la barba estaba entonces.
Tal vez tendría la edad de esos dos, cuando, en Mallorca, vi un carruaje negro y ornamentado, con 4 penachos negros en las esquinas que, tirado por un caballo negro, llevaba a alguien "con posibles" en su último viaje. ¡Única y última vez! Pero allí estaba yo.
Como también estuve, con 8 años, en la Noia, Galicia, de mis abuelos. Y también como ellos corría por sus calles tras el aro guiado por una horquilla que mi abuelo me había hecho.
Ayer estuve gestionando diversos temas relacionados con "Administradores de fincas", ¡que dejarán de serlo! Compañías de seguros, de gran eficacia que, absorbidas por otras más grandes, y éstas "marrulleras", han perdido su calidad. Y por ello "emigrará" nuestra Comunidad a otra! Siniestros sin resolver y en posibles vías judiciales. A las que la aseguradora no recurrirá en cuanto tenga conocimiento por mi abogado de los documentos internos suyos que poseo.
¿Está en esos tres haceres lo que fuimos, lo que somos, y lo que aún podemos ser?
Una vez más, amigo Enrique, tus reflexiones. Las que a su vez motivan las nuestras... Sólo que en esta ocasión, no hay gran diferencia entre lo que fui, "ayer", y lo que soy, hoy! (Risas...)
Fuerte abrazo, amigo.
PD: Y disculpa que utilice tu espacio para contar mis cuitas! :)))))
No debes disculparte, Ernesto, rus cuitas son muy entretenidas y valiosas, siempre. Por cierto, acabé, tras leer tu comentario, sonriendo.
EliminarUn fuerte abrazo de hoy, de sábado.
Hola Enrique. De nuevo vengo a visitarte aunque no estoy activa por estos lugares.
ResponderEliminarCómo siempre tus pensamientos escritos tan dulces y tan de verdad, gusta mucho leerlos.
Volver a la infancia con el recuerdo es dar un repaso al camino donde comenzó el aprendizaje, las ilusiones, esos juegos tan sanos al aire libre lo mismo para el cuerpo como para la mente... y eso no se puede olvidar, porque como tú bien dices, supone un terrible mensaje para él subconsciente.
Por eso sigamos jugando, y no olvidemos al niño que todos llevamos dentro.
Me ha parecido genial y muy significativa esta frase: Detrás de ellos pasa el silencio de la despedida. Quizás ahora cuando llega una edad, ya no es tan silenciosa.
Un placer leerte.
Un abrazo y buen día.
Gracias, Elda, siempre muy reflexivas tus expresiones y comentarios, ayudan a pensar y a reflexionar ... aunque ya no sean tan silenciosas.
EliminarUn fuerte abrazo.
He logrado que mi nieta aprenda a disfrutar del juego aunque pierda! Siempre se lo decía pero no había caso, ella se lamentaba! El fin de semana anterior hicimos pareja de truco y pudimos festejar haber perdido! Mi hija no lo podía creer jajaja, un abrazo Enrique!
ResponderEliminarCurioso y bonito relato, María Cristina.
EliminarUn fuerte abrazo de sábado.
Llegas Enrique a todos los rincones del vivir, tocas todas las teclas y con mucho acierto y profundidad.
ResponderEliminarNo pasa día que por la noche no te lea, pero pasa que se fugan los segundos y a veces los quehaceres nos entretienen en cosas que hay que hacer.
Mucho jugué de niña…y sigo jugando. Porque si rescatamos de ella la alegría, la creatividad etc etc ¿qué es la vida sino un juego?
Tu compartir diario es admirable. Gracias.
Un fuerte abrazo.
PD: Ah! Sabes? Las cuitas de Ernesto me encantan😊
Ay, Ángela, eres un encanto. Gracias y, ah, Ernesto es único, una gran persona, bueno, como todos y todas las y los que ya formáis este pequeño grupo de blogueros en favor del mundo de las letras y de la profundidad del pensamiento y del que me gusta estar cerca día a día.
EliminarUn fuerte abrazo y, repito, gracias por tu comentario.