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24 noviembre 2025- Hoy quiero redactar un post que hable de los festivos, sí, esos días en que las familias suelen reunirse alrededor de una mesa, en un jardín público o en un parque de juegos infantiles para disfrutar de esa compañía que se hace tan deseable como necesaria entre seres humanos que se quieren.
- Conozco a muchos de mis amigos que el festivo es un día a temer y no necesariamente ahora, no, hablo de algunos años atrás donde todavía muchos de ellos solo eran lo que se suele llamar "gente de cierta edad" y que son o eran neonatos en el mundo de los jubilados. En este grupo de amigos puedo incluir, aunque no necesariamente, a parejas sin hijos, a separados/as, a divorciados/as y a los viudos/as.
- Ese grupo de amigos temen las "fiestas de guardar" y todo aquello que les recuerde que se han convertido en invisibles para todo su mundo y que viven envueltos en su soledad. Aún es peor aquellos que ya no tienen pareja en quien apoyarse.
- Pero frente a esa soledad que amenaza con devorarnos, también existe la fuerza de la supervivencia, la voluntad de levantarse y decir: “Aquí sigo, aquí estoy, y no me rindo”. Los días festivos pueden ser un campo de batalla, sí, pero también una oportunidad para reinventarse: salir a caminar, abrir un libro, escribir unas líneas, escuchar la música que nos devuelve la memoria de quienes fuimos y seguimos siendo. No se trata de negar la ausencia, sino de transformarla en presencia de uno mismo. Porque la soledad no es un vacío, es un espacio que podemos llenar con nuestra voz, con nuestra risa, con la certeza de que vivir, aunque sea en silencio, sigue siendo un acto de valentía.
- Y así, aunque los festivos parezcan un muro de silencio, también pueden ser un puente hacia la vida. Porque cada amanecer nos recuerda que seguimos aquí, que aún respiramos, que aún podemos bailar con nuestras propias sombras y convertirlas en compañía. La soledad no nos derrota: nos enseña a escucharnos, a reconocernos, a levantar la voz en medio del vacío. Que nadie olvide que sobrevivir es ya una forma de victoria, y que cada festivo, incluso en soledad, puede ser un himno íntimo de resistencia y de luz.
Cuanta razón tienes, Enrique. A veces, detrás de las mesas llenas y las risas familiares, hay corazones que cargan ausencias, rutinas vacías y una soledad que se vuelve más visible en los días “especiales”. Ojalá nunca dejemos de mirar alrededor y tender la mano —o el alma— a quienes parecen invisibles, especialmente en esos días en que el mundo celebra. Y que estas personas que sienten la soledad no se dejen derrotar y sepan crear esos puentes de vida. Un cálido abrazo
ResponderEliminarAsí es, Neuriwoman, es algo por lo que la Sociedad actual debe preocuparse.
EliminarUn abrazo.