El mercadillo de las ilusiones: un recuerdo imborrable
12 agosto 2025
- En un rincón olvidado del corazón de la ciudad, donde el tiempo parecía detenerse cada fin de semana, se alzaba el mercadillo más vivo y caótico que jamás haya conocido Barcelona. Era un desfile de objetos con historia, de voces que regateaban, de aromas que se mezclaban sin pedir permiso. Allí, entre cachivaches y tesoros escondidos, se vendía todo… y todo tenía algo que podia y podría ser contado.
- Mi padre me llevaba a menudo. Era nuestro ritual. Un sábado por la tarde, un domingo por la mañana… y yo, con los ojos bien abiertos, absorbía el mundo como si fuera un cuento interminable. Pero hubo un día (un domingo cualquiera de agosto o septiembre del año cincuenta y seis o cincuenta y siete), que se convirtió en eterno.
- Paseábamos entre los puestos cuando me detuve, hipnotizado, frente a una tienda que parecía improvisada. Un hombre viejo, muy viejo, estaba sentado en una silla que parecía tan antigua como él. Detrás de él, una montaña de libros desgastados, apilados como si el tiempo los hubiese olvidado ahí. Me aferré a la mano de mi padre y pregunté:
- Papá, ¿qué vende este hombre?
- Mi padre, con esa sabiduría que solo tienen los padres, me dijo:
- Pregúntaselo tú.
- Me acerqué. El hombre me miró con unos ojos que contenían siglos, sonrió con ternura y respondió:
- Ilusiones. Yo vendo ilusiones.
- Nunca se me olvidó ni su cara, ni su mensaje. Porque aquel día entendí que los libros no solo contienen palabras, sino mundos. Que los objetos viejos no son basura, sino memoria. Y que hay personas que, sin saberlo, te regalan una forma de mirar la vida que nunca se desvanece.
- Hoy, tantos años después, cuando camino por calles que ya no huelen igual, cuando el mercadillo ha cambiado o quizás ya no exista, me doy cuenta de que aquel hombre no vendía libros. Vendía esperanza. Vendía sueños. Vendía la posibilidad de creer que, incluso en lo más viejo, puede nacer algo nuevo.
- Y si alguna vez te cruzas con alguien que te diga que vende ilusiones… detente. Escúchalo, hazlo porque puede que ese instante, como aquel domingo de mi infancia, te acompañe toda la vida.
Hola .
ResponderEliminarMuy agradecido como siempre por tus palabras .y mira , si alguna de las cosas que pongo con tanto cariño por mi parte , sirve para que os enteris de alguna noticia , pues aun estoy mas contento.
Lo digo por lo que me comentas del real Madrid .
Tu relato de hoy me ha encantado por esa dulzura de lo que és. Esos libros sobre todo antiguos que tantos recuerdos traen y tantas ilusiones tienen .
Vender ilusiones , eso es una maravilal.
Y oye , los mercadillos pues me encantan , porque ademas me encanta todo lo antiguo y tambien porque alli se encuentro muchas veces " piezas de oro" como yo les llamo.Una postal que me falta ...una placa de cava ..un sello, un TBO...
Un saludo grande desde muy cerca de Barcelona ...
Jajajaja, te diré que yo soy del RCD Espanyol de toda la vida. Jugué en los juveniles cuando el entrenador era el Pirata y Scopelli estaba en el primer equipo y, además, mi tio abuelo, Freixes, fue parte de la primera Junta del Club. Tu página es un "servicio público, Joaquín.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hermoso texto. Por suerte, cada ciudad mas o menos importante del mundo ostenta uno de esos mercadillos. Ese olor a páginas viejas y a descubrimiento latente es fascinante.
ResponderEliminarGracias, Martín, eres muy amable y yo muy viejo.
EliminarUn abrazo.
Vendía vidas y estimulaba a vivirlas o extraerlas de nuestros sueños y coraje... Que gran relato tan bien escrito además.
ResponderEliminarTe felicito, amigazo. Abrazo hasta vos.
Gracias, amigo Perrotti, tú si eres un amigazo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Yo he sido siempre muy amigade la lectura, iba a la biblioteca y además compraba también muchos libros. Ahora confieso que he perdido el hábito de la lectura y mayormente por las múltiples ocupaciones que tengo, hace que no disponga de tiempo para hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
No tener tiempo para leer te hace grande, "Miradas", la vida es un constante ocuparse de algo. Un buen amigo que ya se fue siempre me decía: Cuanto me quede sin obligaciones, me moriré, Enrique.
EliminarUn abrazo.
Querido Enrique, que belleza de relato, llega al alma como caricias y de verdad ese hombre vendía ilusiones, viviste un mágico momento que quedo grabado en tu alma.
ResponderEliminarSiempre me conmueves con tus relatos.
♥♥♥Querido Enrique♥♥♥
♥Te deseo de todo corazón un♥
♥¡Feliz inicio de semana!♥
♥Abrazos y te dejo besitos♥
Gracias, VdV, siempre eres muy amable conmigo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Precioso relato, querido Enrique. Vivencia, contexto, fondo... y realidad.
ResponderEliminarLa vida misma! Ayer y hoy. Haberlo aprendido entonces, un regalo. Conservarlo hoy, una certeza!
No voy a insistir por no sonrojarte... Pero tampoco me voy a callar. :))))))
De certezas y relatos, amigo, nos nutres cada día. Y es un placer saberte ahí siempre.
Fuerte abrazo, Enrique.
Gracias, Ernesto, sonrojado, algo, pero la autoestima la tengo por las nubes.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo.
Aprendemos de todos quienes encontramos a nuestro paso, y algunos dejan su huella para siempre, un abrazo Enrique!
ResponderEliminarSiempre, eso es, María Cristina. Observar a para aprender. Recuerdo que uno de los temas que me tuve que aprender para sacar un determinado título de Formador de Formadores en el 2007, recuerdo que uno de los temas del curso era "Aprender a aprender" y eso me resultó chocante y muy útil aprenderlo.
EliminarUn abrazo de miércoles.
Muy bueno tu relato Enrique y muy real. Los libros guardan ilusiones, nos llevan de paseo a mundos desconocidos, y nos ayudan a imaginar historias que en el fondo son las raíces de nuestros cuentos y relatos.
ResponderEliminarRecuerdo un libro "El vino del estío" de Ray Bradbury que me marcó con esa historia de un niño y sus misterios de pueblo y que hasta hoy conservo, está algo desvencijado pero es un amigo querido.
Un abrazo Enrique y feliz día.
El protagonista de esa historia de El vino del estío" es alguien del cual se puede aprender mucho, si alguna vez has sentido que el verano tiene un sabor especial, que los recuerdos de la infancia son más intensos que cualquier película, este libro te hablará directamente al corazón. Es una celebración de la vida, de los pequeños milagros, y de la capacidad de asombro que nunca deberíamos perder. Nunca mejor traído hasta aquí, María Rosa. Gracias.
EliminarUn abrazo.
¡Preciosa historia amigo Enrique! Y tan bien contada que he paseado por ese mercadillo, he sentido el aroma de libros antiguos, y me he imaginado al vendedor de ilusiones.
ResponderEliminarVan mis aplausos …¿Los oyes?
Me encantan los mercadillos, los "mercados de pulgas" que en Buenos Aires hay varios y son para perderse entre sus puestos.
Va mi abrazo y gracias siempre por tus textos que reconfortan el alma.
Gracias, dulce Lu, eres un encanto.
EliminarUn fuerte abrazo.
Esta publicación la leí ayer, y hoy la he vuelto a leer, y como ayer no pude dejarte mi comentario, no quiero dejarla pasar, ETF, porque me ha llegado alma tan tierna y entrañable, así que hoy me quedo aquí, aunque hayas pasado de página.
ResponderEliminarTe diré que me encantan los mercadillos, es una de mis aficiones, y disfruto con las cosas antiguas, porque me recuerdan a mi niñez cuando iba a donde mis abuelos. Objetos que ya no se usan y los ves en los mercadillos. Pero sobre todo, los libros, esos montones de libros que no sirven para nada, y los venden, me gusta ojearlos y siempre compro alguno que otro.
Pero lo que has contado, me parece tan bonito lo que te dijo ese señor cuando eras pequeño, que vendía ilusiones, ¿puede haber algo más hermoso que te digan? no me extraña que desde entonces lo tengas en tu recuerdo. Vender ilusiones. Según está la vida hoy, sería un regalo para muchos niños, cuando hoy en día parecen más bien adultos.
Preciosa esta entrada, ETF, gracias por regalarnos estas maravillas.
Un abrazo.
Gracias a ti, María por ser tan amable y tan coincidente con mis formas de entender el mundo.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Creo que fue una gran respuesta que solo puede dar un hombre con una sabiduría que solo pueden dar los años.
ResponderEliminarSaludos.
La experiencia es la madre de la ciencia ... y de la inteligencia, amigo Tomás. Tienes razón.
EliminarUn fuerte abrazo
Que ilusión descubrir esa pila de libros con su característico olor que invita a leerlo y descubrir nuevos mundos!
ResponderEliminarSí, una gran suerte. Ahora cuesta encontrar sitios así.
EliminarFeliz domingo, Cecilia.