13/10/25

Fidelidad: en mayúsculas, con alma y con tiempo



13 octubre 2025

- En un mundo que cambia a velocidad vertiginosa, donde las máscaras se intercambian con la misma facilidad que los discursos, hablar de fidelidad parece un gesto antiguo, casi ingenuo. Pero no lo es. Es un acto de resistencia, de dignidad, de coherencia. No me refiero solo a la fidelidad entre parejas, sino a esa fidelidad profunda que atraviesa todas las capas del ser: la fidelidad a los ideales, a los sentimientos, a la forma de ser, a la amistad, al trabajo bien hecho… y sobre todo, a uno mismo.

- Porque traicionarse a uno mismo (por imagen, por poder, por dinero, por conveniencia), es la forma más cruel de infidelidad. Es arrojar por la borda la dignidad que nos sostiene, que nos define, que nos permite mirarnos al espejo sin bajar la mirada.

La coherencia no es rigidez, es honestidad

- Claro que se puede cambiar de opinión. El tiempo, la experiencia, el dolor, la ternura… todo nos transforma. Pero ese cambio debe ser explícito, razonado, transparente. No puede ser una estrategia, una conveniencia, una táctica para encajar mejor en el molde del momento. Las ideas, como los acantilados, se moldean con el mar de la vida: lentamente, con razón, con experiencia. Pero no se derrumban por capricho.

- La fidelidad no exige inmovilidad. Exige honestidad. Exige que cada paso que demos esté alineado con lo que creemos, con lo que sentimos, con lo que somos. Y si cambiamos, que ese cambio sea fruto de una evolución, no de una traición.

Conclusión: Encontremos y sigamos la brújula de la dignidad

- La peor infidelidad es la que cometemos contra nosotros mismos. Porque de ella no hay refugio, no hay olvido, no hay redención fácil. Por eso, hoy más que nunca, en este mundo tensionado por el poder, por la imagen, por la prisa, necesitamos reivindicar la fidelidad de todo tipo como valor esencial. Como brújula ética. Como gesto de amor propio y de respeto hacia los demás.
“La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella.” — Johann Wolfgang von Goethe


 

11/10/25

Sobrevivir a la sinrazón: reconstruir el presente para salvar el futuro

Imagen: ETF (con la ayuda de Bing)
Es una metáfora visual de la propuesta de hoy: mirar el horizonte con dignidad, tomar la batuta, y encender la esperanza en medio de la sinrazón.
 

11 octubre 2025

- Vivimos tiempos donde la sinrazón se ha institucionalizado. Los medios nos bombardean con ruido, los líderes políticos se comportan como generales de trincheras, y las guerras (como las de Ucrania o Gaza), nos recuerdan que la diplomacia ha sido sustituida por la destrucción. El clima, herido por nuestra indiferencia, arrasa ciudades, cosechas y hogares. Las religiones, que deberían unir, se radicalizan. Y en el mundo occidental, la voz de un influencer tiene más peso que el informe que alerta sobre la precariedad de nuestros jóvenes.

- La política se ha convertido en un espectáculo de egos, y el desinterés por el futuro crece a medida que disminuye la edad. ¿Cómo sobrevivir a esta sinrazón? ¿Cómo recomponer un presente que parece desmoronarse?

- Nos toca a nosotros, los mayores y no tan mayores, tomar la batuta. No para imponer, sino para inspirar. Para recordar que el futuro no es una amenaza, sino una promesa. Que educar, trabajar con dignidad, gobernar con ética y convivir con respeto no son utopías, sino deberes.

Aquí cuatro rebuscadas citas que pudieran acompañar este despertar:

“La mejor manera de predecir el futuro es creándolo.” — Peter Drucker 

Porque no basta con esperar: hay que actuar, sembrar, construir.

“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.” — Miguel de Unamuno

Porque el pasado nos enseña, pero no debe encadenarnos.

“El futuro comienza hoy, no mañana.” — Juan Pablo II

Porque cada gesto ético, cada palabra justa, cada acto de ternura cuenta.

“La educación es el pasaporte hacia el futuro, el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él en el día de hoy.” — Malcolm X

Porque sin educación no hay ciudadanía, ni libertad, ni esperanza.

Conclusión

- El mundo no está perdido, está esperando. Esperando que lo miremos con ojos de infancia y manos de adulto. Que dejemos de lamentarnos y empecemos a recomponer. Que premiemos a quien gobierna con justicia y a quien trabaja con entrega. Que demos a nuestros hijos y nietos algo por lo que luchar y en lo que creer.

- Tomemos la batuta. No para dirigir, sino para armonizar. No para imponer, sino para inspirar. Que nuestro presente sea digno, eficaz y ejemplarizante. Porque si el futuro es su salvación, el presente es nuestra responsabilidad.

09/10/25

La Belleza de la Vida, Incluso en la Inmovilidad



09 octubre 2025

- Hay mañanas en las que la luz se cuela tímidamente por las rendijas de la persiana mal cerrada. No es un error: es una caricia. Un recordatorio de que, a pesar de todo, seguimos aquí. Respirando. Pensando. Amando.

- Para quienes viven con una enfermedad crónica, degenerativa o invalidante, cada día puede parecer una batalla silenciosa. Pero también puede ser una celebración íntima de la vida. Porque la fuerza mental que se requiere para aceptar, adaptarse y seguir adelante no se mide en músculos, sino en alma.

“El alma libre es rara, pero cuando la ves, lo sabes. Te alegra estar cerca de ella.” — Charles Bukowski

- No importa la edad. Lo que importa es saberse vivo. Reconocer que el don que Dios nos dio al nacer (la conciencia, el amor, la capacidad de sentir), persiste. Que aún podemos rezar, recordar, emocionarnos con la lágrima de un niño o con el abrazo de esos pequeños gigantes que llamamos nietos.

- La inmovilidad, parcial o total, no impide enamorarse. Ni seguir enamorado de aquel primer y único amor que nos acompaña desde la juventud. No impide querer a los hijos, ni sentirse querido por los amigos, ni descubrir nuevas almas buenas en el camino que nos ofrece esta nueva realidad.

“La vida no se trata de encontrarse a uno mismo, sino de crearse a uno mismo.” — George Bernard Shaw

- La vida es bella. No por lo que hacemos, sino por lo que somos. Por lo que sentimos. Por lo que damos. Porque cuanto más le entregamos, más nos devuelve. Porque incluso desde una cama, desde una silla, desde el silencio, podemos ser luz para otros.

- Y cuando desde el otro lado de la cama alguien nos mira con amor (ese amor que ha resistido décadas, que ha envejecido con nosotros sin perder su ternura), entonces comprendemos que estamos salvados. Que ese respeto, esa admiración mutua, esa compañía silenciosa, es una tabla de salvación hecha de afecto, de memoria y de fe.

- La vida, incluso en su forma más limitada, puede ser intensa. Puede ser luminosa. Puede ser digna. Porque no son las circunstancias las que determinan su valor, sino la forma en que decidimos vivirlas.

“La esperanza es el sueño del hombre despierto.” — Aristóteles

Hoy, celebremos la vida. En cualquier estado. Con cualquier cuerpo. Con toda el alma.

07/10/25

La Legión del Esfuerzo: Memoria de los Nuestros, Esperanza de los que Vendrán

 


07 octubre 2025

Culto al Esfuerzo: Un Homenaje a los Nuestros

- Desde aquel lejano 1954, cuando con cinco años crucé por primera vez las puertas de un colegio público, hasta 1969, año en que concluí mi carrera de Aparejador, no dejé de estudiar. Pero tampoco dejaron de esforzarse mis Padres. Ellos, valientes y tenaces, trabajaban casi doce horas al día, los dos, para sostener una casa donde con ellos convivíamos tres hermanos, dos abuelas y una esperanza común: salir adelante.

- Éramos una legión. No solo por número, sino por el compromiso compartido. En casa no se hablaba de privilegios, sino de deberes. Se nos pedía esfuerzo, lealtad, dedicación. A nuestros Padres, se les exigía aún más: reconstruir un país roto por la Guerra y la postguerra, sin quejarse, sin descanso.
“La educación no es la preparación para la vida; la educación es la vida misma.” — John Dewey
- A mí me gustaba estudiar. Me sigue gustando. Pero nunca lo viví como mérito exclusivo. Lo viví como parte de un pacto silencioso entre generaciones. Un pacto que decía: si tú trabajas, yo aprendo. Si tú aguantas, yo avanzo. Si tú no te rindes, yo tampoco.
“La fuerza no proviene de la capacidad física, sino de una voluntad indomable.” — Mahatma Gandhi
- Este post rinde culto a esa familia, la nuestra, la cual no era una excepción, todas eran así. Familias que, desde la humildad, levantaron un país. No quiero entrar aquí en juicios políticos sobre los errores que llevaron a nuestros Padres a soportar aquella Guerra (1936–1939). Esos errores se repiten hoy y desde entonces, en todas partes. Lo que quiero es recordar que, gracias al esfuerzo de abuelos y Padres, de perdedores y ganadores, llegamos hasta aquí. Y eso, eso sí que es un triunfo que debiéramos mantener por encima de cualquier otro objetivo político y social.
“Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida.” — Pitágoras
- Hoy, con gratitud, escribo este homenaje. Porque estudiar fue un privilegio, sí. Pero también fue un acto de amor colectivo. Y ese amor, como el buen cemento, sostiene aún los muros de nuestra memoria.

- Hoy, al mirar atrás con gratitud, también miro hacia adelante con esperanza. A quienes vienen (cuarenta y cincuentañeros, jóvenes y niños), les dejamos un legado que no se mide en bienes, sino en valores: el esfuerzo compartido, el respeto por quien camina a tu lado, y la convicción de que pensar distinto no convierte a nadie en enemigo. Que nunca olvidemos que los pueblos se levantan no solo con trabajo, sino con ternura, con diálogo, con la voluntad de acompañarse. Recuperar esa cultura del esfuerzo y del afecto colectivo es quizás el mayor acto de amor que podemos ofrecer al mundo que aún está por hacerse.

05/10/25

Aquellas queridas manos de mi joven, vieja y querida amiga, mi Madre

 

05 octubre 2025

- Anoche (en esa nostalgia que tanto abunda en el escenario de mis vuelos imaginarios), con los ojos como cristal de ventana en día de lluvia, me gustó contestar a un kilométrico correo-e de uno de esos admirados y jóvenes, amigos del ayer. Me llevó su tiempo ... mucho tiempo. Lo pasé bien, primero leyendo y contestando después. Me gusta recibir ese tipo de cartas que contienen frases al estilo más convencional (antiguo), es decir: 
"Espero que al recibo de la presente te encuentres bien, en compañía de los tuyos"
"Sin más novedades por aquí, paso a contarte..."
"Te escribo estas líneas con el deseo de que esta misiva te halle con salud y buen ánimo."
"Recibe un fuerte abrazo de quien no te olvida."
"Con el cariño de siempre, me despido hasta la próxima.".
- Cartas no rutinarias, cartas sin chistes, sin imágenes de señoras mostrando sus encantos o de un señor atropellando a trescientos chinos con recochineo muy al estilo digital de hoy en el que el tráfico de misivas-e es peor que un dron cargado de ciencia infusa entregada al radicalismo. Cartas comunicando sentir, solo eso. Cartas como las que enviaba mi Madre, las cuales redactaba y me hacía escribir dirigidas a su primo o a su amiga de Perafita del Lluçanès, pues mi letra (entonces), era impecable como la de los buenos escribanos del ayer.

- Me sentí a gusto. Luego, justo al apagar la pantalla y verme reflejado en ella, me di cuenta: me acordé de Ella (mi Madre), como hago siempre y sin poderlo evitar, pues cada vez soy más como Ella en mis risas, mis arrugas, mi cara, mis manos... y ojalá sea así, también, en el alma, esa alma que nos unió a todos los que la rodeamos mientras pudimos tenerla con nosotros, aunque inevitable y felizmente lo sigue haciendo en el recuerdo.



03/10/25

¿Nací en la cara buena del mundo o simplemente me alejé de la mala?




03 octubre 2025

- Hoy no quiero escribir para entender, sino para confesar que hay cosas que no sé, que no entiendo, que no puedo comprender. Y no por falta de curiosidad, sino porque hay realidades que se me escapan por su crudeza, por su sinsentido, por su dolor.

- No entiendo la indiferencia que convierte al otro en sombra. No entiendo la soledad no deseada, esa que se instala como huésped en corazones que aún laten. No entiendo la crueldad, ni la guerra, ni los extremismos que se disfrazan de fe o de ideología. No entiendo la lujuria del poder, ese deseo insaciable de dominar, de poseer, de aplastar. No entiendo el desamor que se instala sin aviso, ni la violencia que se perpetra en nombre de nada. No entiendo la envidia que corroe, ni el tránsito del amor al odio como si fueran estaciones del mismo tren. No entiendo la falta de respeto a los mayores, ni la infidelidad que traiciona no solo pactos, sino memorias. No entiendo la vehemencia de la ignorancia, esa que grita más fuerte que la sabiduría.

- A veces me pregunto si nací en la cara buena del mundo, o si simplemente la cara mala nunca me gustó y por eso me acerqué poco o nada a ella. Pero ¿cómo saberlo si el mundo gira y nos arrastra a todos, incluso a los que quisimos quedarnos en la orilla?

- ¿Qué debería hacer el mundo para contrarrestar todo esto? ¿Bastaría con extirpar esos comportamientos al nacer, como quien elimina un gen defectuoso? ¿O es que el horror, cada vez más sublime, es parte de una evolución que no hemos sabido detener?

- No tengo respuestas. Solo preguntas que me acompañan como viejos amigos. Pero si algo puedo hacer, es escribir. Escribir para que no se olvide que hay quienes aún no entienden el odio, ni la crueldad, ni el abandono. Escribir para que se sepa que hay quienes aún creen que el amor, la ternura, la dignidad, pueden ser más fuertes que la indiferencia.

- Y si el mundo no puede extirpar el mal al nacer, que al menos aprenda a sembrar el bien cada día. Con gestos. Con palabras. Con memoria. Con manos que se tienden, no que se cierran. Con miradas que abrazan, no que juzgan. Con corazones que, aunque heridos, siguen creyendo que vivir es resistir con belleza.

- Concluiré con una cita de Rabindranath Tagore que parece escrita para esta reflexión invitando a la acción, a la esperanza activa, a no quedarse en la contemplación del dolor sino a buscar el modo de transformarlo: No puedes cruzar el mar simplemente mirando el agua.”

01/10/25

Mi abuelo Enrique, Maymûm y un recuerdo inolvidable.



01 octubre 2025

- Hoy voy a dejar aquí un texto que escribí en esta misma fecha, pero del año 2010. Guardar en el recuerdo aquello que siempre me hizo feliz es para mí inevitable.

01 octubre 2010

- “Hubiera dado lo que fuera porque el compañero de habitación de hospital, hace ya muchos años, estuviera aquí, hoy, Mamá”. Así lo dije yo a mi madre el día que cumplí los 15 y ya me sentía un hombre. Había dejado de ser Infantil y ahora ya podía jugar con los Juveniles de la DAMM.

- Él, ellos, se acercaba/an cada día a verme mientras yo no podía moverme de como estaba, tumbado en el postoperatorio del dolor en el Clínico de la Barcelona del 58. El Doctor Mir y Mir hizo su trabajo, pero Manuel y mi Avi Enric, hicieron mucho más, me enseñaron algo muy escaso.

Todos iban y venían, pero él siempre estaba allí cuando todos se iban. ¿Él? – ¿Y quién es él? – Él eran dos, mi Avi Enric, que aparecía cuando le parecía bien, aunque yo siempre pensé que él estaba detrás de las cortinas del fondo de la gran sala donde yo yacía y cuando no había nadie, allí estaba él con su fiambrera de aluminio y su tortilla de patatas válida, tan solo, para dioses, para que yo la devorara, aún muerto de dolores y de problemas, con mis nueve primorosos años. El otro era Manuel, un chico negro, o eso me parecía, gordo muy gordo y que andaba con mucha dificultad, hacía lo mismo que mi Avi Enric, aparecía, con su bata de enfermo de hospital, aparecía sin que yo me enterase. Se sentaba junto a la ventana y me contaba lo maravilloso que era el mundo exterior: “Enric, hay ahí unos árboles gigantes que están deseando verte, y más abajo, en el jardín, hay un montón de flores esperando que pases tú para cogerlas y así llenar el alma de tu Mamá que bastante está sufriendo, la pobre, con lo tuyo”.

Manuel era así, a él nunca nadie le venía a ver, o eso me decía, pero que los suyos, aunque estaban muy lejos, se contactaban con él a través del aire que insufla el alma cuando nota que necesita el flujo del adivino que quiere y nos hace creer que algo existe.

Un buen día Manuel dejó de venir y al otro también y yo empecé a extrañarle, Pensé que se habría enfadado conmigo por mis constantes quejas sobre mis dolores. A las dos semanas me pude levantar y me levanté, me acerqué a la ventana en la que solía sentarse Manuel a contarme cosas y me di cuenta que la vista era horrorosa pues daba a un patio interior del Clínico. Llamé a la enfermera y le pregunté por Manuel. Me dijo que no sabía quien era. Me salí al pasillo y busqué en la sala contigua, pregunté por Manuel; “Sí, ese chico gordo, muy gordo, negro, o mulato, y que …” – Una enfermera se arrodilló ante mí, me cogió por los hombros y me dijo; “Tu debes preguntar por Maymûm, y tú debes ser Enric: Maymûm era ciego, su diabetes y su obesidad mórbida lo tenían muy atado a este hospital, intentó arreglar sus problemas y no pudo ser, una mañana de hace dos semanas se lo llevaron al quirófano pero no volvió nunca aquí, se fue a un lugar donde nadie puede verlo, pero me dijo que si no volvía, pero si tú venías a verlo, que no pensaras que se había olvidado de ti, solo se había ido con sus padres a los que hacía ya mucho tiempo que no veía, pero que algún día os volverías a ver”.

N: Esta historia me la escribió una de esas personas queridas que estuvo allí para verlo y que guardó hasta que me hice algo más mayor para que me acordara siempre de Maymûm y a mí, siendo o no así la historia, me gusta recordarla de esta manera.

Fidelidad: en mayúsculas, con alma y con tiempo

13 octubre 2025 - En un mundo que cambia a velocidad vertiginosa, donde las máscaras se intercambian con la misma facilidad que los discurso...