28 noviembre 2025
- La jubilación suele comenzar como una segunda juventud: charlas en el quiosco, cafés en el Ateneo, paseos por la playa, fotografías al viento, periódicos leídos en bancos soleados. Es un tiempo de descubrimiento, de libertad y de compañía. Pero, con los años, el cuerpo empieza a recordar sus límites y la vida se torna más difícil.
- Tras décadas de trabajo, traslados y sacrificios, muchos veteranos jubilados sienten que su cuerpo ya no responde. La movilidad se reduce, las visitas al hospital se multiplican, y la sociedad parece repetirles constantemente: “no se mueva abuelo, no haga esto, no coma aquello”. Ese mensaje, más que proteger, hiere la moral y genera tristeza.
- Pero la vida no se detiene. Aunque los pasos sean cortos, aunque el cuerpo se resista, la dignidad y la alegría siguen siendo posibles. No se trata de negar las limitaciones, sino de reinventar la manera de vivir:
Cultivar la mente: leer, escribir, aprender algo nuevo, escuchar música que despierte recuerdos.
Buscar compañía: un café con amigos, una llamada a los nietos, una charla en el barrio.
Pequeños paseos: aunque sean cortos, cada paso es victoria.
Celebrar lo cotidiano: un amanecer desde la ventana, el sabor de un buen guiso, la risa compartida.
Ejercitar la esperanza: recordar que la vida no se mide en kilómetros recorridos, sino en momentos vividos.
- Me gustaría concluir con un mensaje dirigido a todos los que sienten que la edad les encierra y les digo: la vida sigue siendo un regalo. No dejemos que la melancolía nos robe la alegría. Sigamos siendo protagonistas, aunque el escenario sea más pequeño. Cada día, aunque parezca frágil, guarda todavía la fuerza de un milagro cotidiano.
- Podemos seguir siendo canto, ternura y faro en la penumbra de quienes nos rodean, como estrellas que iluminan la noche, aunque ya no crucen el cielo, recordándoles que incluso en la fragilidad hay luz que nunca se apaga.

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