25/10/25

Amar a cierta edad: ni milagro ni nostalgia, sino elección


25 octubre 2025

- A los setenta y tantos años, el amor ya no es promesa ni conquista. Es presencia. Es saber que uno ha sido querido (sí), pero, sobre todo, que aún puede querer. Porque lo que sostiene la vida no es tanto lo que recibimos, sino lo que seguimos siendo capaces de ofrecer.

- He aprendido que sentirse querido es un regalo, pero saber amar es una decisión. Y esa decisión, cuando se toma cada día, ilumina incluso los rincones más sombríos de la edad. No hay edad para dejar de amar. Hay edades en las que amar se vuelve más urgente, más limpio, más libre de expectativas.

- Sé que el mundo no cambiará por mí. No se detendrá si me detengo, ni se perderá si me pierdo. Pero sí sé que mi pequeño mundo (el de los que me rodean, me quieren y quiero), puede ser un poco más amable si yo elijo amar. Si elijo mirar con ternura. Si elijo no rendirme al cinismo ni al desdén.

- Porque el amor, a esta edad, no es solo un sentimiento. Es una forma de estar. De resistir. De decir: “Aquí estoy, aún tengo algo que dar”.

- Y sin embargo, me asaltan preguntas que no sé responder del todo, aunque las haya formulado repetidamente antes aquí y otras acullá, aunque las haya sentido en carne y alma:
¿Se puede vivir sin amor?

¿Se puede vivir sin querer a nadie?

¿Se puede ser rico en bienes y pobre en sentimientos… y seguir llamando a eso vida?

¿Se puede vivir a cierta edad sin ser visto, sin ser mirado, sin ser nombrado? ¿Se puede vivir siendo invisible?

- No tengo respuestas definitivas. Pero sí tengo certezas que me acompañan como abrigo: que el amor no se gasta, que la ternura no caduca, que la presencia (aunque silenciosa), es una forma de resistencia. Y que mientras yo pueda seguir amando, seguiré siendo visible. Al menos para quienes me importan. Al menos para mí.

- Mario Benedetti escribió una bendita frase que parece escrita para este momento:
“La única forma de vencer al tiempo es amar. Porque el amor no envejece, no se oxida, no se rinde.”

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