27 octubre 2025
- Hoy escribo por ellos. Por los amigos que se sienten lejos, incluso cuando están cerca. Por los que viven entre diagnósticos imprecisos, dolores que no cesan, y silencios que duelen más que cualquier enfermedad. Por los que, como mi amigo XXX, me confiesan con ternura y resignación: "Enrique, no estoy mal, pero tampoco estoy bien. Solo soy feliz cuando duermo. Me levanto por dolor, no por deseo. Y ya no siento que haga nada yo por aquí."
- Y yo, desde mi propia limitación física, desde esta distancia que no es solo geográfica, me pregunto: ¿Cómo abrazar a quien se siente deshabitado por dentro? ¿Cómo recordarle que vivir, incluso con grietas, sigue siendo un regalo?
- No tengo fórmulas mágicas. Pero sí tengo palabras. Y las palabras, cuando se dicen con el alma, pueden ser abrigo. Les digo:
- Que la vida no exige grandes gestas, sino pequeños gestos.
- Que aún se puede viajar con la imaginación, con la música, con una llamada inesperada.
- Que aún se puede amar, aunque sea en silencio, aunque sea recordando.
- Que el dolor no borra lo vivido, ni lo que aún puede vivirse.
- Que los hijos y nietos, aunque distantes, siguen siendo parte de nuestra historia, y a veces basta una carta, una foto, una videollamada para encender una chispa.
- A ti, XXX, y a todos los que sienten que ya no hacen nada por aquí: Tu sola existencia ya es un acto de resistencia. Tu memoria, tu voz, tu forma de mirar el mundo, aunque cansada, sigue siendo valiosa. Y si alguna vez te falta la fuerza, recuerda que hay amigos que, aunque no puedan estar físicamente contigo, te llevan en el corazón. Yo soy uno de ellos.
- Cuando el dolor es ajeno, lo analizamos con serenidad; pero cuando intuimos que podría rozarnos, nos invade el vértigo. Y, sin embargo, es en ese vértigo donde empieza la verdadera comprensión: no como juicio, sino como abrazo, abrazo que debemos hacer llegar, siempre, a quien lo necesite, aunque no nos lo pida.
- ¡¡¡Vivamos!!!

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