Pintura de Julio Romero de Torres
28 julio 2025
- Me preguntaban ayer si sabía lo que era pecar y si su acción (la de pecar), era algo bueno, malo o simplemente irrenunciable cuando se trata de fidelidad conyugal o sin tan solo es una forma más de hacer que la vida sea más agradable.
- El pecado, cuando se trata de la fidelidad conyugal (y ese es mi punto de vista), no es sólo una transgresión moral, sino una fractura en el alma de una promesa construida para durar más allá del tiempo. En ese pacto íntimo (para muchos quimérico), la lealtad no es algo accesorio: es cimiento. Renunciar a ella es desvanecer el sueño de un amor eterno y auténtico, que se sabe imperfecto, pero nunca infiel. Aceptar la tentación como “una forma más de hacer la vida más agradable” es confundir el instante con lo eterno y la emoción con el compromiso. Porque el verdadero sentido del amor reside en la voluntad de mantenerse fiel, incluso cuando nadie más mira.
- Como escribió Albert Camus, “No ser amado es una simple desventura; la verdadera desgracia es no saber amar.” En la fidelidad conyugal, saber amar implica saber permanecer.
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