29 diciembre 2025
- Amaneces antes de tiempo, expulsado suavemente de tus sueños por urgencias del cuerpo, y lejos de maldecir el instante, descubres que ese pequeño sobresalto tiene su gracia: los sueños siguen ahí, intactos, como si aún caminaras dentro de ellos.
- El frío te recibe sin ceremonias, un frío brusco, casi insolente, que te recuerda la economía de los pobres: siempre bajando sin avisar. Buscas en la cocina algo tibio que calme el temblor, mientras el sueño (ese animal dócil), continúa respirando muy cerca de tu alma.
- El mundo gira, la luna se desplaza como si también tuviera prisa, y tras la cortina ves una luz encendida en el edificio de enfrente. Piensas que alguien más, como tú, tampoco sabe dormir del todo. Y aun así, tu sueño sigue vivo… tan vivo como tú, que notas crecer las uñas, el pelo y ese deseo antiguo y nuevo de madrugar con ella. Nada como anhelarla, y aún mejor, tenerla.
- Descalzo, te deslizas por el suelo como una gacela helada, regresando al lecho que ya no es cama sino territorio sagrado, tu refugio de deseos. Allí esperas la vida que está a punto de empezar otra vez, dentro de unas pocas horas, cuando el mañana abra los ojos.
- Por si acaso, no cerrarás los tuyos. Le tomarás la mano, y ella, medio dormida, te preguntará: “¿Estás bien?”. Y tú, con un susurro que solo ella entiende, responderás: “Sí… estoy contigo”.
- Entonces llegará ese “mmmmm” suyo, pequeño y perfecto, y se acurrucará en ti como quien vuelve a casa. Y en ese gesto te dará vida, te dará calor, te dará todo lo que quieres. Todo.
- La vida es esto. Lo demás… no merece el nombre.

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