01 agosto 2025
- Tuve una bonita charla esta mañana en un centro de salud y cuando me puse a recordarlo... me quedé con el alma joven e imaginaria encerrada en un cuerpo intratable.
- Ella era una señora amable, jovial (83 años me dijo que tenía), buena conversadora, mucho, con ganas de contar, de ser, de vivir ... un encanto. Me contó lo que su alma necesitaba contar apoyándose en sus silencios ... soledad, abandono familiar, viudedad reciente, enfermedad posiblemente terminal, familia desplazada por destinos profesionales lejanos ... la sentí muy cerca, escuché todo lo que pude hasta que el monitor de avisos se encendió para llamarla sonora y gráficamente.
- Apoyé la cabeza en la pared tras la poco amable silla del centro de salud, cerré los ojos ... pensé lo afortunado que yo era.
- Me di cuenta de que, con aquella charla, debía comprender que los silencios compartidos pueden ser tan elocuentes como las palabras. Aquella mujer me dejó mucho más que una historia: me dejó humanidad, fortaleza y un espejo en el que mirar mi propia suerte. A veces, basta con escuchar para descubrir lo afortunados que somos por poder hacerlo.